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Nadie se merece ese final
Capítulo 14 (2.0)

 

 

  —¿Piensas dormir todo el día? —la vocecilla de Ane me taladra la cabeza.

  Gruño. No puedo hablar.

  —Lucas y Azel ya se han ido —insiste.

  —Me parece muy bien —digo entre quejidos.

  Está en el umbral de la puerta. No hace falta que abra los ojos para comprobarlo. Debe de estar de brazos cruzados y con la cabeza apoyada en la pared.

  —Tenemos que buscarte una Infortunium.

  Qué necesidad hay de hablar de buena mañana.

  Ignoro sus palabras.

  Escucho sus pasos.

  Frío.

  —¡Venga! —me grita, agitando la manta en el aire.

  Le taladro con la mirada, tiene que ser broma. ¿Qué le hace pensar que esto es divertido?

  Alargo el brazo para intentar retener alguna parte de la manta que va y viene. Ane ríe, divertida ante la situación.

  Lo consigue. Me levanto.

  Mi cuerpo pesa demasiado como para moverlo bruscamente a estas horas.

  —Van a llegar dos guardianes más hoy, tenemos que saber dónde buscar —ha dejado de reír y me lanza la manta a la cara cuando consigo mantenerme sobre mis piernas.

  —Ane… —empiezo a decir, la chica me mira fijamente— sé que va en contra de las normas…

  Ella asiente sin dejar que continúe hablando.

  —He pensado exactamente lo mismo. Cuando lleguen los dos guardianes lo planeamos.

 

···

 

  Paul y Mía no han querido unirse a nosotros en nuestro nuevo plan para cazar las Infortunium. En realidad no estamos seguros de que lo sean pero creo que es una buena manera de hacer justicia.

  Nadie se merece ese final.

  Hemos localizado a los tres matones, forman parte de una especie de mafia. Vamos a probar suerte buscando en su cuartel.

  Si por algo odio esta ciudad es por la cantidad de medios de transporte que hay que usar para llegar a algún lugar. Y no son menos en este caso. Ane ha extraído del falso fondo de su armario un par de armas que lleva del siglo XXIII por si las moscas. Si en la Sede supieran que las tiene ahí escondidas —y peor, que fue el propio Lucas quien se las consiguió—, le caería una buena a ambos.

  Tenemos que parecer serenos, si nos cruzamos con ellos antes de tiempo debemos ser cautos. No podemos dejar testigos atrás ya que, aunque yo vuelva al siglo XXIII, Ane seguirá aquí pese a todo.

  Escucho cómo Emma habla nerviosa por el Miluna.

  —Kennet, no es buena idea. Kennet, daos la vuelta ahora que estáis a tiempo.

  Le chisto. Emma es buena chica, pero demasiado responsable. Acata las órdenes a rajatabla. Se pone histérica cuando se tuercen las cosas o tomamos rumbos diferentes a los que teníamos en un principio.

 

  El barrio donde se encuentra el cuartel de los matones está de lo más descuidado. Parece que no hay cuidado por estas calles. Las aceras están sucias, los contenedores rebosan basura y el olor es insoportable. Ane camina tranquila y, de vez en cuando, se echa la mano hacia el lugar en el que esconde el arma. La imito para asegurarme de que sigue ahí.

  —Es aquí —susurra ella—, esperaremos hasta que salgan—mira hacia su reloj de pulsera—. No tardarán mucho en salir.

  Asiento y busco con la mirada algún lugar en el que podamos escondernos para seguir vigilando la entrada del cuartel sin que ellos nos vean en un principio.

  Creemos que no se tomarán demasiadas molestias en buscar a los responsables de las muertes de estos tiparracos, tenemos que hacer que parezca que ha sido por un enfrentamiento entre bandas.

  No tenemos que esperar demasiado hasta que los tres matones salen del cuartel. Con la luz del atardecer parecen más amenazantes. Son como armarios de anchos. Dudo que con un par de balazos podamos acabar con ellos.

  Pero Ane no piensa igual. Saca su arma rápidamente y apunta a uno de ellos. La pistola no emite ningún sonido que delate nuestra posición y de un golpe uno de los matones empieza a perder sangre del cuello.         Emite un corto gruñido antes de desplomarse con los ojos en blanco.

  Mierda.

  Tendría que haber sido más rápido.

  Sus compañeros ya están en guardia con sus respectivas armas apuntando hacia las diferentes posiciones. Si saco la cabeza de aquí para asegurarme de que doy en el blanco seguramente reciba yo un balazo primero.

  PUM.

  Otro de los matones cae al suelo.

  Ane ha vuelto a disparar y con gran eficiencia.

  El último superviviente mira por todas partes, tensa mucho más los brazos y empieza a disparar sin ton ni son por toda la calle, esperando que alguna de las balas nos alcance a nosotros.

  No puedo quedarme quieto sin hacer nada. Ane ya ha derribado a dos, el último debería de ser más fácil.

  Saco el arma por un hueco y disparo.

  Nada.

  No le he dado.

  Extraigo de nuevo la pistola para intentarlo de nuevo cuando escucho un grito.

  —¡Mierda! —se queja Ane. Tiene el brazo ensangrentado y no para de mover enérgicamente el ileso —¡Dispárale de una jodida vez! —me grita furiosa.

  No lo pienso y salgo del escondite esperando poder darle a mi presa rápidamente y sacar de allí a Ane cuanto antes.

  El hombre sonríe al verme, ya se ha quedado con mi cara. Si logra salir vivo de esta, no parará de buscarme. Además, está la sangre que Ane está dejando caer en el asfalto. No puedo fallar.

  Él es más rápido y dispara con firmeza. La bala pasa rozando mi muslo izquierdo. El simple acercamiento me quema la piel. No tengo tiempo de quejarme.

  Apunto rápidamente y disparo tantas veces seguidas como me permite el cuerpo.

  El matón recibe uno de los impactos en el hombro pero corre demasiado como para poder alcanzarlo con precisión.

  Le he perdido de vista.

  Me dirijo hacia Ane, que continúa maldiciendo en voz baja.

  No podemos irnos en un medio de transporte público, llamaríamos demasiado la atención. ¿Cómo se supone que voy a arrastrar a Ane hasta casa?

  La chica tiembla, mientras le caen gruesas gotas de sudor por la frente.

  —Emma… —alzo la voz para que mi vigía me escuche— avisa a los vigías de Paul y Mía. Necesitamos ayuda ¡ya!

  No me dice absolutamente nada pero el taladrante sonido de la silla moverse me deja bien claro que no tenemos tiempo que perder.

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